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La sonrisa de la presidenta | OPINIÓN

Foto del escritor: Melissa Galván Melissa Galván

María Elena Ríos, víctima de ataque con ácido, hace denuncia pública de su caso ante la presidenta Claudia Sheinbaum. Foto: Captura de pantalla/Gobierno de México.
María Elena Ríos, víctima de ataque con ácido, hace denuncia pública de su caso ante la presidenta Claudia Sheinbaum. Foto: Captura de pantalla/Gobierno de México.

Imagina que hace cinco años sobreviviste a un intento de feminicidio, que en todo este tiempo tu caso no ha avanzado y, por el contrario, descubres que tu agresor fue liberado con ayuda de las autoridades penitenciarias y judiciales. Llevas semanas denunciando públicamente esta situación y, como ya no tienes nada más qué perder, decides pararte frente a la presidenta de México para pedirle ayuda. Ella solo responde con una sonrisa


Esto fue lo que ocurrió al término de la inauguración de la carretera Mitla-Tehuantepec, en Oaxaca. Justo después de que la presidenta Claudia Sheinbaum exclamó tres “vivas” para México, la saxofonista María Elena Ríos tomó el micrófono y de manera inesperada se dirigió a la mandataria: 


“Presidenta, soy María Elena Ríos Ortiz, ¿me recuerda? El día de hoy, presidenta, quiero decirle que me rindo. Me rindo, gobernador (Salomón Jara), usted y Juan Antonio Vera Carrizal ganan. Quiero decirle, presidenta, que las mujeres en Oaxaca no tenemos justicia”. 

Durante el mensaje de María Elena, la presidenta Sheinbaum no pudo dejar de esbozar una sonrisa. No importaron las rechiflas de los asistentes al evento –que evidentemente eran simpatizantes del gobernador de Oaxaca–, y tampoco importó que con gritos intentaran silenciarla, como han hecho desde que inició su exigencia de justicia. La presidenta fue incapaz de dejar de sonreír. 


Incluso, cuando María Elena desplegó una manta, la presidenta seguía sonriendo. Después, aplaudió y dio unas palmadas a la denunciante, quizás como una mínima muestra de apoyo a su causa. La sonrisa de Claudia Sheinbaum se volvió más marcada en la medida en que María Elena se retiraba y los asistentes vitoreaban “¡Presidenta, presidenta!”. 


Así reaccionó la presidenta Claudia Sheinbaum a la protesta de la saxofonista María Elena Ríos. Foto: Captura de pantalla/Gobierno de México
Así reaccionó la presidenta Claudia Sheinbaum a la protesta de la saxofonista María Elena Ríos. Foto: Captura de pantalla/Gobierno de México

Vi estas imágenes en la transmisión en vivo del evento y no pude evitar sentirme molesta por la sonrisa de la presidenta ante una mujer que sobrevivió a un feminicidio. Me enojó la indolencia de un grupo de personas que le gritaba a María Elena “¡Fuera, fuera!”, como si después de todo no tuvieran derecho a protestar como se le dé la gana. Me enfadaron también los comentarios en redes sociales que afirmaban que ella no es víctima y que su cuerpo ya no tiene cicatrices, como si hubieran sido testigos de lo que es la tortuosa recuperación de un ataque con ácido. 


Pero me sentí verdaderamente indignada cuando vi que la presidenta eligió mantener en todo momento una sonrisa en su rostro, igual que el gobernador Salomón Jara. De inmediato recordé a los presidentes del pasado y cuestioné: ¿Y si Peña Nieto o Felipe Calderón hubieran sonreído así ante una víctima? Seguramente, me respondí, habría una sociedad igual de indignada que yo en este momento. 


Es cierto que es la autoridad judicial la que debe determinar y hacer valer las medidas cautelares para quien María Elena señala como su agresor. Pero también es verdad que, desde su trinchera, la presidenta puede expresar su apoyo a la víctima en lugar de solo sonreír. Después de todo, es tiempo de mujeres, ¿no? 



La tribuna pública se ha dedicado a desestimar la agresión que en 2019 sufrió María Elena. No es de extrañar, la sociedad solo le va a creer a la “víctima perfecta”: la que se queda callada, la que no reacciona, la que llora y tiene la vida deshecha. En los mismos tribunales pasa así: tu semblante determina qué tan víctima eres. 


Lo cierto es que en México hay más de 40 mujeres que han sido atacadas con ácido, según los registros de la Fundación Carmen Sánchez. Una cifra que quizás es más alta, pero se mantiene oculta porque a ningún gobierno le ha interesado proteger a las víctimas. El número de sobrevivientes de feminicidio en México también es desconocido. Y la estadística de 10 mujeres asesinadas al día se queda corta. 


Entonces, presidenta, su cargo sí la obliga a responderle a las víctimas con algo más que una sonrisa. 


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