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Las lecciones que nos dieron niñas y niños en la pandemia

Actualizado: 23 ago 2022

Mientras el “mundo adulto” discutía si niñas, niños y adolescentes debían o no regresar a las aulas, la mayoría de ellas y ellos entendía la emergencia sanitaria y sus exigencias.

Hasta inicios de 2022, el regreso a la presencialidad solo se había logrado en 1.2% de las escuelas de México, según México Evalúa (FOTO: Melissa Galván/Marejada).

“No te tenemos miedo coronavirus”, “Yo sí quiero ir a la escuela”, “Extraño a mis amigos” y “Siento que en la escuela aprendo más”, fueron algunas expresiones de niñas y niños de preescolar y primaria documentadas en la Encuesta Caminito de la Escuela Reporte Nacional, de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México.


En marzo de 2020 la pandemia de COVID-19 llegó a México y, con ella, el cierre de escuelas que se prolongó por casi dos años, siendo el penúltimo país en retomar clases presenciales al 100%, de acuerdo con las estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).


Fue en este periodo en que niñas, niños y adolescentes tuvieron un impacto significativo en la garantía de sus derechos, especialmente el acceso a la educación. Pese a ello, “el mundo adulto” no solicitó su opinión para regresar a las aulas, pues consideraba que no eran capaces de protegerse del virus.


Encuestas realizadas en México en el primer año de pandemia, siete de cada 10 adultos -madres, padres o personas cuidadoras- consideraban que todavía no era momento de volver a las escuelas por temor a que “enfermen de COVID-19 o transmitan el virus a alguien más”.


“El mundo adulto tenía un fuerte estigma hacia niñas y niños; con esta mirada minorista les veía como menos capaces de entender lo que estaba pasando con la pandemia y menos capaces de atender las medidas sanitarias”, dice en entrevista con MarejadaTania Ramírez, directora de la Red por los Derechos de la Infancia (Redim).


Asimismo, siete de cada 10 niñas, niños y adolescentes señalaron que sí querían regresar a clases presenciales, y que su principal temor no era contagiarse, sino contagiar a las demás personas, pero no fueron escuchados.


Ese adultocentrismo que despreció a niñas y niños derivó en dejarlos encerrados muchos más meses de los que debieron, y “ahora hay evidencia de que pueden entender la dimensión de la pandemia, que por supuesto que podían seguir las medidas sanitarias y que no son menos capaces”, resalta Tania Ramírez.


Después, las estadísticas de la Secretaría de Salud documentaron que los principales contagios no ocurrían en los centros escolares, sino en las actividades del “mundo adulto”: trabajos, reuniones familiares, celebraciones navideñas, conciertos, etcétera.


“Niñas y niños nos dieron una lección enorme con el retorno a clases porque no hubo repunte de contagios, esa fue una lección, una cachetada al país. Los contagios han venido de las navidades, de Semana Santa, del Guadalupe Reyes, del concierto… claramente el descuido ha estado mucho más presente en el mundo adulto”.

Tania Ramírez, Redim.


¿Adultocentrismo o violencia adultista?


La Redim define al adultocentrismo como la forma de concebir al mundo únicamente desde la mirada, el ser y la acción de las personas adultas. A su vez, se expresa con un enfoque minorista de niñas y niños.


Esta mirada no solo está presente en aspectos como el de la pandemia. “Es común señalar a niñas y niños como menores, minimizandolos permanentemente (...) el peligro es que detrás de ello hay una serie de prejuicios, incluso de estigmas de que entienden menos, saben menos, que pueden menos, que deben tener menos participación y menos posibilidades”, agrega Tania Ramírez.


El adultocentrismo se vuelve más peligroso cuando se expresa como “violencia adultista”, que en México se ve en los incrementos de reclutamiento y utilización de niñas, niños y adolescentes en grupos de la delincuencia organizada, o el aumento de desapariciones o asesinatos de personas de este grupo poblacional.


Hasta 2020, las niñas, niños y adolescentes representaban el 3% de la población en México (38.3 millones de personas de 0 a 17 años), de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Y aún así, pareciera que no son sujetos de derechos, no importa lo que diga la Constitución Política federal o la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU.


“Pareciera que niñas, niños y adolescentes son objetos que le pertenecen a su familia y al día siguiente le pueden pertenecer al grupo del crimen organizado. Bajo esta mirada comete una innumerable cantidad de aberraciones, desde unión libre temprana hasta la trata o asesinato. Todo viene de la expresión de esta mirada adultista”, reflexiona la directora de la Redim.



Consecuencias del cierre prolongado de escuelas


Las proyecciones del Banco Mundial sobre lo que conllevaría el cierre de escuelas en México no fueron erróneas.


De acuerdo con las estadísticas de la organización civil México Evalúa, en términos reales el país perdió un año y medio de aprendizajes en preescolar, primaria, secundaria y media superior.


Los niveles educativos más afectados por el cierre prolongado de escuelas son preescolar (pérdida de matrícula del 13%); preparatoria (7%); primaria (4%) y secundaria (3%).


Esto quiere decir que más de 1 millón de estudiantes de estos niveles educativos dejó sus estudios en los primeros dos años de la pandemia, según las estadísticas de México Evalúa.


En el mismo tenor, el puntaje promedio en la prueba PISA (que permite comparar el desempeño educativo frente a otros países) podría caer de 399 puntos –ya bajo frente a la media de 488 de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)– a 348 puntos; es decir, 13% menos a la última prueba realizada en 2019, antes de la pandemia.


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